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En las costas con fondos blandos, arenosos o limosos, como son las zonas intermareales, no se percibe la abundante diversidad y densa población de especies a simple vista. Todo lo contrario ocurre en las rocas; basta dar un paseo por una costa rocosa durante la bajamar para observar la notable variedad de especies de animales y plantas, en su mayoría fijadas al suelo. Si se hiciera un inventario, sería fácil encontrarse con más de mil especies distintas.

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Rocas batidas por el oleaje

Resulta llamativa la estructura escalonada de colonización en las costas rocosas bajo la influencia de las mareas. Las zonas más bajas de la orilla sólo quedan al descubierto durante las mareas bajas extremas, e incluso en tales casos, por poco tiempo. Por el contrario, las zonas más altas de la orilla raramente quedan inundadas por completo y sólo son alcanzadas por los rociones del oleaje. Incluso en las costas donde las mareas son escasas o inexistentes, hay zonas que quedan temporalmente secas por el efecto del viento y las olas.

Un hábitat para especialistas

Las condiciones de vida en el agua y en el aire son tan diferentes que ningún organismo puede vivir bien en ambos medios a la vez. De ahí que las diferentes zonas y regiones de la orilla estén habitadas por distintas comunidades de animales y plantas. Además, cada organismo dispone de un espacio estrechamente marcado, limitado hacia arriba y hacia abajo, dado que las condiciones físicas cambian muy rápidamente y la competencia con formas de vida mejor adaptadas puede llegar a ser extraordinaria.

El cambio constante entre bajamar y pleamar expone a todos los organismos de la zona intermareal al peligro de la desecación. A diferencia de las costas con suelo blando, aquí es prácticamente imposible enterrarse en el fondo y, mientras los camarones y otros crustáceos móviles pueden escapar de la zona de peligro durante el reflujo de las aguas, buscando grietas en las rocas o charcas de agua durante la bajamar, las especies sésiles, como las algas, moluscos, anémonas o balanos, tienen que recurrir a otras estrategias de supervivencia.

Las costas rocosas generalmente presentan tres zonas claramente diferenciadas: una zona de gasterópodos (zona de salpicaduras o supralitoral), una zona de balanos o moluscos (zona intermareal o eulitoral) y una zona de algas (zona sumergida o sublitoral).

Así, por ejemplo, la dura concha de los moluscos y balanos evita la pérdida de agua con igual eficacia que el recubrimiento viscoso de las anémonas de mar y de muchas especies de algas. Algunas algas también son capaces de soportar la desecación de sus tejidos, como la especie Fucus distichus, que sobrevive a una pérdida de agua del 80 al 90%.

Para los organismos de la zona intermareal, un problema más grave que el frío, o incluso la escarcha, es la exposición a los rayos del sol y el consiguiente riesgo de sobrecalentamiento. El color claro del cuerpo o la estructura de la concha de moluscos y gasterópodos evita el calentamiento mediante una mayor reflexión de los rayos solares o una óptima irradiación del calor. Además, las formas sésiles disponen normalmente de una mayor tolerancia frente a las fluctuaciones térmicas que los organismos nadadores de la misma región.

Especies proceden del mar

Casi todas las especies de la zona intermareal proceden del mar y se han desarrollado a partir de formas totalmente marinas. En la orilla, a menudo tienen que adaptarse a un agua más dulce, debido a la lluvia o a las aguas fluviales. En otros casos, debido a la evaporación, la salinidad del agua de pozas y charcas puede duplicar o triplicar la del agua oceánica. Mientras que la mayoría de los organismos del mar abierto sólo soporta una escasa fluctuación de la salinidad, los habitantes de la zona intermareal se caracterizan por una mayor resistencia tanto a una salinidad más alta como más baja.

Pero los organismos sésiles no sólo tienen que soportar la falta de agua durante la bajamar, sino también un violento oleaje de vez en cuando. Aunque las grietas, cuevas y canales ofrecen una cierta protección, la dureza del sustrato hace casi imposible esconderse en el suelo. Sólo en casos excepcionales pueden tanto plantas como animales penetrar en las rocas, como en regiones de calizas u otros materiales blandos. De ahí que los organismos que habitan en la superficie corran constantemente peligro de ser arrancados o dañados por el oleaje y las corrientes.

Aún así, la comunidad biótica depende del movimiento del agua, que le trae comida fresca, se lleva sus excreciones y, a menudo, se encarga de propagar su descendencia.

Mejillones
Los mejillones viven tanto sobre suelo blando como duro. El fuerte pie posee una glándula que segrega el biso, unos resistentes filamentos con los que el molusco queda anclado al sustrato o a otros miembros de su especie.
Anémona
La anémona sólo soporta la bajamar en pozas entre las rocas. Vive en simbiosis con algas unicelulares que habitan en su tracto intestinal.

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